Diego, internacional brasilero de 23 años, que milita actualmente en el Werder Bremen Alemán, decidió, por voluntad propia, abandonar los entrenamientos de pretemporada con su equipo para tomar un vuelo a Pekín y participar en los Juegos Olímpicos con su seleccionado nacional, incluso en contra de la decisión de sus empleadores, que aseguraron no prestarían al jugador para dicha gesta y estarían dispuestos a llegar a las últimas instancias para impedir esta situación. La decisión de Diego de defender los colores de su país, pesó por sobre el considerable dinero que el Werder Bremen deposita mensualmente en su cuenta bancaria.
Similares, aunque sin tan pomposos desenlaces, son las situaciones de Messi y Rafinha, jugadores del Barcelona y Schalke, que esperan que los clubes y sus respectivas federaciones lleguen a un entendimiento, para poder entrenar con sus diferentes selecciones.
Luego de escuchar noticias como esta, es cuando nos damos cuenta de las enormes diferencias con nuestros “referentes”. Pongámonos en el supuesto que participemos en las Olimpiadas y el Schalke o el Chelsea amenazan a Farfán o a Pizarro con recortarles, en diez euros, sus sueldos si aceptan la convocatoria. Les aseguro que los dos verían las olimpiadas por televisión, sentados en sus cómodos sofás de cuero, quizá con una cerveza y una enorme sonrisa en los labios.
Esa es la gran diferencia entre los seleccionados de países mundialistas como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay. Los jugadores demuestran un enorme cariño por su camiseta, defienden a muerte a su selección, y no suelen encamarse con prostitutas horas antes de partidos de eliminatoria. Por eso, en los últimos años, los países mencionados han participado en las sucesivas gestas Mundialistas y nosotros nos conformamos con quedar penúltimos.
Esta es definitivamente una lección de amor propio, de respeto a un país, de respeto a los hinchas, una demostración de querer jugar y ganar todo con la selección --recordemos que este es el único titulo que le falta a Brasil en su palmarés--. Pero cómo exigirle a un grupo de jugadores formados bajo el manto de la mediocridad que demuestren algo de entereza. Primero tendríamos que deshacernos de tantas infecciones que intoxican a nuestro estropeado fútbol y sobre todo extirpar ese enorme tumor maligno llamado Manuel Burga.
Similares, aunque sin tan pomposos desenlaces, son las situaciones de Messi y Rafinha, jugadores del Barcelona y Schalke, que esperan que los clubes y sus respectivas federaciones lleguen a un entendimiento, para poder entrenar con sus diferentes selecciones.
Luego de escuchar noticias como esta, es cuando nos damos cuenta de las enormes diferencias con nuestros “referentes”. Pongámonos en el supuesto que participemos en las Olimpiadas y el Schalke o el Chelsea amenazan a Farfán o a Pizarro con recortarles, en diez euros, sus sueldos si aceptan la convocatoria. Les aseguro que los dos verían las olimpiadas por televisión, sentados en sus cómodos sofás de cuero, quizá con una cerveza y una enorme sonrisa en los labios.
Esa es la gran diferencia entre los seleccionados de países mundialistas como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay. Los jugadores demuestran un enorme cariño por su camiseta, defienden a muerte a su selección, y no suelen encamarse con prostitutas horas antes de partidos de eliminatoria. Por eso, en los últimos años, los países mencionados han participado en las sucesivas gestas Mundialistas y nosotros nos conformamos con quedar penúltimos.
Esta es definitivamente una lección de amor propio, de respeto a un país, de respeto a los hinchas, una demostración de querer jugar y ganar todo con la selección --recordemos que este es el único titulo que le falta a Brasil en su palmarés--. Pero cómo exigirle a un grupo de jugadores formados bajo el manto de la mediocridad que demuestren algo de entereza. Primero tendríamos que deshacernos de tantas infecciones que intoxican a nuestro estropeado fútbol y sobre todo extirpar ese enorme tumor maligno llamado Manuel Burga.
1 comentario:
¡Felicidades por el número 100!
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