De Julbo Chicha |
Cada vez que un futbolista es portada con una noticia sobre su salud -y no hablamos de distensiones, esguinces o desgarros- se nos escarapela el cuerpo y la realidad nos pega otra bofetada: nuestros ídolos, esos que aparecen invencibles e indestructibles en el verde, son tan humanos como nosotros, y también se enferman.
Esta vez ha sido Eric Abidal, quien en los últimos meses ha estado en boca de muchos por la altísima forma que ha mostrado en el Barça, mejor equipo del mundo en la actualidad -le duela a quien le duela-. La mejora en el juego, desde que su camino se cruzó con el de Guardiola, es evidente: pasó de ser un picapiedra, a un jugador elegante, la recuperación rápida del balón y el toque seguro al compañero son su principal carta de presentación.
Pero parece que el destino se encapricha con él: en 2009 no pudo jugar la final de Champions y tampoco la de la Copa del Rey por encontrarse suspendido. Ahora la circunstancia parece más seria, pero desde aquí confiamos en que podrá estar, y mejor que nunca, en los siguientes partidos del Barça.
Duele en el alma ver a un guerrero que aparenta indestructibilidad domingo a domingo, tan humano como cualquiera de nosotros. Y este punto ahora mencionado es lo más importante de este post. Debemos entender que son seres humanos, ni más ni menos, con un talento particular, es cierto, pero de carne y hueso, con virtudes y defectos, como tú o como yo, y debemos juzgarlos como tales.
Aún por saberse si el tumor en el hígado es benigno, y recién salido de la operación, confiamos en su recuperación y en su pronto regreso a las canchas. Los mejores tienen que estar siempre en el verde. Fuerza Abidal.
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