Boca Juniors y la Mítica Bombonera

No sabemos si fue siempre así, pero parece que en Buenos Aires todos son hinchas de Boca. Por todas las calles del centro la gente pasea orgullosa con la camiseta, o con la de la selección argentina. Pero River ni asoma.

Probablemente se deba a los continuos triunfos –nacionales e internacionales- obtenidos por el equipo en los últimos años y a la exitosa campaña de mercadotecnia iniciada a raíz de dichos triunfos, pero en Buenos Aires se respira Boca Juniors, le duela a quien le duela. Las tiendas deportivas están llenas de productos oficiales –tanto de Nike como de la marca “Boca Juniors”- y de la selección argentina. Más atrás se confunden los artículos de River con los de los demás equipos.
Y si durante la semana te cruzabas con camisetas de Boca en cada cuadra, el domingo, día en que jugaban con Independiente, el número de “remeras” se multiplicó.

Llegamos al estadio a las tres, dos horas y media antes de la hora del partido e hicimos la larguísima cola para entrar a la mítica Bombonera. A las 3.45 ya estábamos en la popular, frente a “La 12”, y a las 4.30 las populares estaban llenas. En las otras tribunas las entradas son numeradas y la gente llega faltando 15 minutos.

La salida de Boca es impresionante. 50 000 personas gritando el “Boca, mi buen amigo, esta campaña volveremo´ a estar contigo…” era ensordecedor, y se siente la vibración de las tribunas cuando todo el mundo salta. Es verdad que “La Bombonera no tiembla, late” y la emoción embarga no sólo a turistas, sino también a los propios argentinos. Luego “La 12” bajó la bandera que dice “podrán imitarnos, pero igualarnos, nunca” que cubre toda la popular, y al subirla, había otra bandera, más pequeña, que solo cubría la segunda bandeja. El argentino que estaba a nuestro lado nos contó que esa bandera la regaló Maradona. También se pasó el partido diciendo “Mirá lo que es esto!!” y hablando sobre “lo que es Boca”: un jugador puede ser bueno o malo, pero si deja todo en la cancha, la hinchada lo reconoce más que a cualquiera. Por eso en el cambio de Battaglia la ovación fue grande: falló varios pases, pero iba al suelo y luchaba cada pelota como si fuera la última. Y después por qué se molestan cuando la Trinchera Norte silba a Donny Neyra… El reconocimiento a Morel Rodriguez y Cáceres (los paraguayos) también fue increíble por cómo peleaban cada bola cuando expulsaron a Paletta.

Y si el espectáculo de la tribuna no fue suficiente, en la cancha estaba el maestro, Riquelme. La visión que tiene para el fútbol es alucinante. Juega parado, literalmente. Para el balón, levanta la cabeza y manda un pase por un espacio que solo él puede ver. Por eso tiene a la hinchada comiendo de su mano. Lástima que Palermo no podía jugar este partido por acumulación de amarillas.

Al final del partido la barra aplaudió con justicia a todo el equipo, por la garra con la que jugaron para conseguir un empate con 10 hombres, contra un Independiente que no gana en la Bombonera hace doce años y que jugó como lo que le gritaron cuando saltó a la cancha: “Equipo chico, la puta que los parió”.

Con esa hinchada y con la garra de esos jugadores, cómo no sentir algo por Boca…

Enviado especial: Juan Maza