martes, 11 de noviembre de 2008

Luchando por no quedar en ridículo I

Siete años sin ser campeón nacional. Suena a mucho tiempo para un grande, y más aún para el equipo más ganador de la década pasada, donde acostumbró a su hinchada a dar la vuelta. Luego vinieron siete años donde reinó la crisis, el primer equipo de la “U” era un cuadro mediocre, de media tabla para abajo, que no alcanzaba ni para luchar la clasificación a la Sudamericana, la copa de los segundones. Pero todo cambió el 2 de julio de este año, cuando tras ganarle a Cienciano en el monumental, Universitario se coronaba campeón del Apertura, torneo que ganó sin mayores sobresaltos. La “U” ilusionaba a su hinchada. De no ganar el Clausura, al menos el Play-off se antojaba seguro. Nadie, ni el más pesimista o el más “Anti-U” imaginaba la situación actual: un equipo irregular y mediocre, que no sabe ganar de local y que afrontará los seis últimos partidos como verdaderas finales, con la obligación de ganarlos todos si quiere tener la opción de volver a ser campeón y romper esa sequía. Cómo puede un equipo campeón decaer así en su rendimiento en una semana –que es el tiempo que hubo “de para” entre el fin del Apertura y el inicio del Clausura-. Algunos atribuyen ese bajón a la eliminación en la Sudamericana, pero ya son 20 las fechas jugadas y no hay avisos de mejora en el horizonte. Y esto, sumado a las lesiones de referentes del Apertura –Galván, Araujo, Miguel Torres, Hurtado- y el recién llegado Perillo, la suplencia de Candelo y sabe Dios qué otros problemas internos han puesto a Universitario a puertas de un ridículo mayúsculo.

El fenómeno que vive Universitario es comúnmente observado, no solo en nuestro país, basta con mencionar a River Plate, vigente campeón argentino que hoy pelea al fondo de la tabla. Sucedió Igualmente con San Martín el año anterior, no quedando entre los siete primeros del Clausura y si analizamos los campeonatos anteriores desde que se compite bajo este formato [apertura – clausura], se repite el mismo extraño suceso.

Esta vez la U lucha agónicamente por no repetir el papelón que el año 2002 lo dejara sin campeonato tras la sufrida campaña del equipo dirigido por Cappa. Ahora, sus angustiados hinchas buscan respuestas en el árbitro, en la suerte, en el Malingas, en lo que se tenga a la mano para explicar tan desagradable momento, y Gareca, quien debería tener el temple y las herramientas necesarias para sacar a sus jugadores de este socavón futbolístico en el que se encuentran, se ampara en cábalas patéticas y presiones dirigenciales --la suplencia de Mayer Candelo-- para camuflar su ineptitud.

Son seis fechas, seis finales, no queda más que encararlas a la altura de su historia y de su hinchada, es la única solución para tentar el ansiado play off. Jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, HINCHAS, todos deben formar un puño en este momento y evitar confrontaciones ridículas que perturben la obtención del objetivo final, el séptimo lugar, que suena a poco para un equipo grande del Perú.


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