De Julbo Chicha |
Durante el último año, el cuadro catalán supo ganar merecidos elogios, y fueron justamente los campeonatos quienes respaldaban las innumerables ensalzas que la prensa profesaba. Barcelona coronó con la final del mundial de clubes trescientos sesenta y cinco días de ensueño, donde ganó absolutamente todo lo que jugó, pichangas de barrio incluidas. Los comandados por Messi no dejaron siquiera aplausos para los demás participantes y monopolizaron las celebraciones en certámenes nacionales e internacionales.
Final, y funestamente para los que amamos el fútbol atildado de los españoles, la excelente campaña de los culés llegó a su fin, y el Inter del odioso José Mourinho, tras dos partidos sumamente tácticos y jugados a con una intensidad y concentración alucinante, supo sacar del camino al actual campeón vigente de
Criticar detalles precisos sería malcriado, pues definitivamente tanto Mourinho, como Guardiola, saben más que quien suscribe de táctica y planteamientos, pero lo que si no tiene discusión es que el fútbol del técnico portugués se basó en anular la amenaza latente de Lionel Messi, con marcas escalonadas y a presión, desapareciéndolo de la cancha, y cortando además los circuitos que en el barza trabajan prácticamente de memoria. Anulado Messi, y con un Xavi incapaz de engranarse con Alves, Pedro, o un lesionado Iniesta, el Barcelona, a pesar de manejar el balón, fue incapaz de dañar la férrea defensa presentada por el cuadro del país de la bota.
Habrá algunos que creerán que fue el triunfo de la estrategia sobre el talento, habrá otros más extremistas que cataloguen esta como una victoria del antifútbol, pero valgan verdades, el Inter jugó de forma inteligente ante un equipo que cuenta con muchos argumentos para hacer daño, pero que durante 180 minutos fue incapaz de exponerlos. Los milanistas se supieron inferiores técnicamente y sobre eso elaboraron un plan para contrarrestar a las muchas virtudes del Barcelona.
Con la victoria del Inter no murió el fútbol vistoso, pero sí se demostró que en el balompié actual no existen los invencibles, y ratificó además aquel antiguo adagio de que los equipos se arman de atrás para adelante, pues muchas veces es más importante asegurar el cero en el arco propio, que atacar sin sentido en el arco rival.
A diferencia del año anterior, cuando un Manchester que trataba de jugar en campo rival enfrentó a un Barcelona ya harto conocido por su estilo ofensivo, esta final de Champions marcará una nueva tendencia, la de los entrenadores conservadores, calculadores, que disfrutan tanto de un uno a cero sin sobresaltos, como de un cinco cero contundente. Mourinho y Van Gaal han demostrado que no sólo la gambeta gana torneos, sino también el orden, la solidaridad y sobre todo, la inteligencia.
De Julbo Chicha |
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